Paco Narváez leyendo |
Conozco al menos 3 personas que dedicaron su vida al periodismo los medios y la comunicación, y murieron sin jubilarse o disfrutar de un retiro digno. Los 3 tenían una forma de vivir parecida, 2 inhalaban toneladas de cigarros, como si fueran el fumador de Expediente X. Fernando Alférez (publicista de estudios Andro, hacía los anuncios de Feber de los 80'. Vicente Fayos trabajó casi toda su vida en Las Provincias y era el padre de mi amigo Gonzalo, y Paco Narváez que según he sabido recientemente nos ha dejado.
Es curioso como no queda ni rastro de casi ningún comunicador que no sea famoso, las hemerotecas digitales borran rápidamente los artículos antiguos, y esas vidas se esfuman, sin dejar rastro. Apenas comentarios o fotos en la red... el tiempo les hace desaparecer. Un contrasentido sobre todo para personas que básicamente han trabajado para conservar recuerdos y difundir historias. Sí algo han aprendido o hay alguna enseñanda que nos pudieran dejar, debe estar en sus escritos, inaccesibles o cogiendo polvo en las hemerotecas. Su rastro se pierde arrastrado por el viento del tiempo que sopla y funde las huellas.....
Metáfora de la muerte de los medios, de la decadencia de la comunicación, me enteré el otro día a través de P.B. que Paco había dejado este mundo. La búsqueda en google arroja pocos resultados y me permito coger una foto plácida de una persona que yo intuyo que fue, como tantos otros, un "espalda mojada" de la comunicación. Un alma errante entre radios, productoras cerradas, televisiones y periodicuchos, incluido el que yo fundé... un hombre que cobraba en negro, en sobres, que se sabía buen comunicador, de mirada firme y capacidad para escuchar. Poca jubilación, nada le tocaría a este hombre, olvidado por todos, incluso por mi. Paco era silente y amargo pero siempre optimista. Se acercó a las terapias alternativas, a las teorías de la conspiración y al principio del resurgimiento del acercamiento a las tierra, a lo eco y a lo bio. Negros eran los cigarros que fumaba, ondulado y blanco y su pelo, y incalculable su edad (siempre era joven pero siempre era maduro, como un Samurai del que no sabes si va a darte una hostia o va a caer redondo). El olor de esos cigarros inundaban su cuerpo y su ropa, y pegaban con su imagen un poco Max Estrella, bohemio pero de pocas palabras.
Es curioso como no queda ni rastro de casi ningún comunicador que no sea famoso, las hemerotecas digitales borran rápidamente los artículos antiguos, y esas vidas se esfuman, sin dejar rastro. Apenas comentarios o fotos en la red... el tiempo les hace desaparecer. Un contrasentido sobre todo para personas que básicamente han trabajado para conservar recuerdos y difundir historias. Sí algo han aprendido o hay alguna enseñanda que nos pudieran dejar, debe estar en sus escritos, inaccesibles o cogiendo polvo en las hemerotecas. Su rastro se pierde arrastrado por el viento del tiempo que sopla y funde las huellas.....
Metáfora de la muerte de los medios, de la decadencia de la comunicación, me enteré el otro día a través de P.B. que Paco había dejado este mundo. La búsqueda en google arroja pocos resultados y me permito coger una foto plácida de una persona que yo intuyo que fue, como tantos otros, un "espalda mojada" de la comunicación. Un alma errante entre radios, productoras cerradas, televisiones y periodicuchos, incluido el que yo fundé... un hombre que cobraba en negro, en sobres, que se sabía buen comunicador, de mirada firme y capacidad para escuchar. Poca jubilación, nada le tocaría a este hombre, olvidado por todos, incluso por mi. Paco era silente y amargo pero siempre optimista. Se acercó a las terapias alternativas, a las teorías de la conspiración y al principio del resurgimiento del acercamiento a las tierra, a lo eco y a lo bio. Negros eran los cigarros que fumaba, ondulado y blanco y su pelo, y incalculable su edad (siempre era joven pero siempre era maduro, como un Samurai del que no sabes si va a darte una hostia o va a caer redondo). El olor de esos cigarros inundaban su cuerpo y su ropa, y pegaban con su imagen un poco Max Estrella, bohemio pero de pocas palabras.
El color del cristal de Paco debió estar cegado por un amor del que siempre hablaba y que no sabemos si fue completo, si se quedó a mitad, si fue la enfermedad o la vida lo que lo truncó, y no seré yo el que escarbe más allá de mi memoria. Leyendo un libro con su pelo al aire, en una zona residencial, pensando grandes proyectos, poesías, libros, publicaciones, programas de radio, con la esperanza de sacar 3 pesetas y poder pagar los atrasos a la gasolina de un coche que chupa más de lo que tus miseros escritos valen. Lacayo de los empresarios y tenderos en los buenos y en los malos momentos, con la mirada perdida y buscando el sueño de todo comunicador, mirarse a uno mismo admirado por los demás, reconocido... Brillarían sus ojos cuando le pararan por la calle y le dijeran que habían leído alguno de sus escritos... Y volvería a una casa residencial y tocaría el suelo, abriría un libro y luego lo cerraría y miraría a la lejanía el futuro respirando el negro aire de ese cigarro que impregnaba su ropa.
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