"Tengo 2 noticias que darte, una buena y una mala. La buena es que no me acuerdo de la mala". Joaquim Labiós De Vriese

jueves, 2 de mayo de 2024

EL MUNDO QUE SE ARRUGA 020524. Por Quim Labiós De Vriese

Siento la muerte de Auster en imágenes en blanco y negro, con Harvey Keitel, con libros que yo manoseaba de adolescente cuando buscaba perdido la seguridad y la encontraba en esos lugares mentales y en cintas de cassette, rebuscando en las historias de la familia, entre viejas revistas, esquelas, y papeles de hacía decenas de años que olían a amarillo, a tiempo, a ácido, a piel, a tiempo encerrado, a matices, a países.

Pero el frio, la desconexión con los demás, me dejaba helado, hecho una isla. Vivía prestado, no entendía el mundo real ni la gente, me gustaba sólo ponerme detrás de un bar, y miraba el serrín del suelo, el tio calvo y triste con el labio caido y los azulejos blanco y verde la cocina, todo impregnado en grasa, incluso la cafetera, la ventana de dos hojas de madera cruda que no te atrevería a tocar sin llenarte de algo pringoso. Me ponía el último en la fila en la clase y observar, me molestaba la luz del sol, los ruidos de los coches, el olor a gasolina, a gasoil con las cacas de los perros y meados que habia en toda Valencia, desde el Cabanyal hasta el barrio del Carmen, que tenía esas aceras estrechas que te hacían casi chocar con las bajantes decoradas con caras.

O hacer como si estudiaba en mi cuarto y escuchar las conversaciones de Ramonet, de Isabel, y subían conversaciones en Valenciano, historias de la posguerra, de Isabel sacándole la lengua a un policía, mi madre contaba una historia de su casa en Gante, y la mesa era redonda. Yo al final disimulaba, bajaba a por un vaso de agua en pijama y me dejaban quedarme, notaban mi picardía y decían, bueno, para el café, y les escuchaba, miraba las copas de vino, las carteras, los complementos. Cuando uno es mayor tiene complementos, mariconeras, bolsos, carteras, cosas de mayores, accesorios que son un misterio para los más pequeños.

En esos mundos encontre el ancla, el algún comic en fascículos, descubriendo el universo de Quentin Tarantino, el guión de Pulp Fiction y otros papeles que olían bien a Pulp, y que yo no sabía que eran pulp. Pulp viene de pulpa de papel, y son fancines, escritos, de serie B, que deben tener un papel más reciclado y un pegamento más malo. Los creadores buscar el "rebuig" para que sea más barato. Y así salen las idas que me gustan, como Clerks, de Kevin Smith. En blanco y negro, filmada en 16 milímetros y tal vez con carretes caducados. Eran espacios seguros culturales, como la portada de EL PAÍS y el Suplemento de EL PAÍS, o el Pequeño País. Parecía que lo escrito y las historias de internacional, los conflictos bélicos, las personas de la cultura, fueran mundos completos, coherentes. Como Informe Semanal, que te mostraba cómo eran las cosas a miles de kilómetros, como una narración perfecta, acabada, como al Filo de lo Imposible. 

No era cierto, pero me da igual, era un trampantojo, una ilusión. Igual que un café y un periódico, igual que un vinilo de Tom Waits. Igual que un trapero llevando libros con un carro por la calle Pelayo de Valencia. Esa imagen de seguridad estaba en mi mente y tal vez en un pequeña mente colectiva de una inmensa minoría. Pero ese mundo existía. Y ese mundo parece que se muere ahora cada dia un poco pero nunca acaba de irse. Luego un día que quieres repetir el sandwich mixto del día anterior en el barecito de Santiago, te lleva tu primo belga al bar de al lado, y pides un sandwich mixto y te dice que no, que tiene tortilla recién hecha, y te sabe mal, pero luego te pone la tortilla que se derrite hasta el plato con una hogaza de pan negro, y huele a lluvia.








 EL MUNDO QUE SE ARRUGA 020524. Por Quim Labiós De Vriese